Empatía
Opinión, por Carlos Fenskel
Hay una escena de la película Malcom X (actuación brillante de Denzel Washington y dirección de Spike Lee), en la que una estudiante detiene al predicador y activista, mientras se dirige a dar una charla en una Universidad, y transcurre el siguiente (casi) diálogo:
- Soy una persona buena a pesar de lo que hicieron mis ancestros. Quería preguntarle, ¿qué puede hacer una persona blanca que no es prejuiciosa, como yo, para apoyarlo en su causa?
A lo que Malcom X responde en forma breve y concisa:
- Nada
En estos largos días, se escuchó a Serenellini, Espert y otros tantos que pretendieron mostrar algún acercamiento con el resto de la población en su padecimiento. Compungidamente expresaron que ellos también tuvieron que “ajustarse” porque debieron cambiar la marca de café, bajar la cantidad de cenas fuera de casa y hasta privarse de algún viaje al extranjero. Pobrecitos...
Lo único que logran es demostrar que ni siquiera entienden el concepto de empatía.
Muestran que no tienen idea de lo que es no tener algo para comer, no sólo para uno, sino llegar al punto de tener nada para ofrecer como cena o almuerzo a la familia. Mi madre, en esa síntesis perfecta que tenía en su forma de expresarse, diría con cierto tono un poco por arriba del normal: “¡Estos nunca se cagaron de hambre!, ¿de qué hablan estos pelotudos?”. La pobreza no es una excursión turística en los años de estudiante universitario.
Se sumó recientemente otro exponente de lo que ellos creen civilización, pero que en realidad apenas dejan caer un poco la mandíbula inferior para emitir sonidos demuestran ser barbarie. Se trata de Alberto “Bertie” Benegas Lynch, el hijo (¿o nieto?, a esta altura no me queda clara la secuencia de homónimos) de aquél Alberto Benegas Lynch que insistió en varios artículos, desmentidos hasta el cansancio, que un consejero de la embajada alemana en Buenos Aires intercambiaba epístolas con Berlín relatando comentarios escritos entre Eva Duarte y Juán Perón, con un pequeño problemita temporal: las fechas de los intercambios del consejero de la embajada porteña con su destinatario en Alemania son anteriores a que Perón y Duarte se conocieran. Perón se hacía la fiesta, nada más fácil que desmentir una desmesura. Claro que la fuente era inobjetable: un libro encontrado en Las Nereidas, escrito por Silvano Santander, que habrá sido furiosamente honesto, pero que exponía en cada discurso un problema evidente con el peronismo. Tenía sus razones: el peronismo no aguantaba mucho que hablaran mal de Perón y tenía la costumbre de dejar sin trabajo, expulsar gente o directamente meterla presa cuando osaba decir algo malo de su líder. Convengamos que el culto a la personalidad y el pensamiento único no es algo de lo que el peronismo precisamente se avergüence.
Pues Bertie (hijo o nieto o bisnieto) no atinó a refrenar sus esfínteres vocales y soltó una frase que parece salida desde lo más profundo de su fuero patronal: “Libertad es que si no querés mandar a tu hijo al colegio porque lo necesitas en el taller, puedas hacerlo”. Al mejor estilo de su papá (o abuelo, vaya uno a saber) expone su flanco más débil: la inobjetable simplicidad lineal del pensamiento conservador. “Yo patrón, tu peón. Tengo ventaja sobre los esclavistas, no debo alojarte ni alimentarte, es algo que procurarás con tu salario, no serás mi responsabilidad sino hasta el monto que impone la nómina. Serás esclavo sin usar esa horrible palabra: te llamaré obrero. Ganarás el dinero suficiente como para llegar a alimentarte hasta el 15 o 20 de cada mes, pero deberás trabajar hasta el último día.”
Bertie parece haber olvidado la definición de Alberto Benegas Lynch padre (o abuelo… en fin) acerca del liberalismo: “...el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo”. Imagino que ahora mismo el abuelo (¿o era el padre?) debe estar cagándolo a pedos, con clase, eso si, por contradecir su definición acerca de la libertad del hijo o nieto o sobrino y el taller y la escuela y la libertad de pensar lo que se le cante, estudiar lo que le guste y todo eso. ¿O un hijo no formará parte del prójimo según esta línea de pensamiento “libertaria”?, ¿será acaso propiedad privada?. Traten de no ser tan confusos.
Mi vieja decía: “dejalos que hablen, no hacen más que sacarse la ropa del cerebro y quedar pilas”. Así que hay que escucharlos, aunque resulte vomitivo lo que dicen, simplemente para conocerlos y entender que nacer en una familia "biááán", con todas las opciones y oportunidades para desarrollarse, no asegura que el día de mañana no digan estupideces creyendo que así se acercan al que tiene que parar la olla lleno de incertidumbres.
Pueden seguir tratando de ser empáticos, se entiende el esfuerzo, pero no les queda bien. Sepan que el ser empático sale de las tripas, no de un libro de economía de Von Mises o Rothbard.
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