Lo doctor no quita lo boludo

Opinión, por Carlos Fenskel

Resolver “sistemas de ecuaciones diferenciales lineales de primer orden” suena complejo, pero no es más que un trabajo práctico en el programa de una materia que un estudiante de cualquier carrera de ciencias exactas estudia en el primer cuatrimestre de segundo año, apenas cumplidos 19 abriles… ¡No es para desgañitarse en público haciendo alharaca de conocimientos profundos!


Hablar difícil no es garantía de saber de qué se está hablando. Heme aquí, diciendo tonterías sin sentido para sonar grandilocuente.

Mi vieja solía decir: “lo doctor no quita lo boludo”. Hay que tener cuidado de aceptar sin cuestionamientos la palabra del que habla con fórmulas que no bucean más allá del título y el “abstract” de algún artículo, para no quedar en evidencia. ¡Si conoceremos personajes como esos! ¡Abundan tanto en el ámbito académico como en la vida diaria! Existen en la vida real muchos, incontables, aspirantes a Ortíz, aquel dueño del bar Aurora en la novela de Camilo José Cela, La Colmena. Don Ortíz “resolvía” cualquier cuestión intrincada recurriendo a frases del libro del mismo nombre. Por supuesto que enunciar la frase que sonaba apropiada para la ocasión no resolvía absolutamente nada. Justamente Nietzsche, gran aforista, autor del libro Aurora (por el cual Ortíz le puso ese nombre al bar), despreciaba el uso de cualquier biblia en tal sentido: pretender que la palabra escrita de un factotum cualquiera puede solucionar cualquier cuestión es de una ignorancia supina.

Los tiempos humanos son diminutos al lado de la escala de tiempos de una nación, a lo mejor, en el límite tendiendo a infinito el mercado no tiene fallas, quizás allá en ese infinito la emisión monetaria es el único factor que explica la inflación. Pero eso no representa más que ecuaciones escritas en un libro. La gracia de la inteligencia está en interpretar los bonitos resultados obtenidos en el ideal de un laboratorio o una planilla de cálculos para traerlos a un contexto en el que los seres humanos; con nuestros caprichos, confianzas, necesidades y pesares; jugamos un rol, de manera más casual que causal, en esa maraña de decisiones individuales que conforman los movimientos de un sistema económico (ciencia social por antonomasia). Es como pretender resolver la mecánica cuántica (la micro) con herramientas de la teoría de la relatividad (la macro).

Milei agota, y creo que esa es su táctica (nos agota escucharlo). Escupe tecnicismos a troche y moche sin dar tiempo a los espectadores a hilvanar algún sentido a tanta palabra pomposa. Las chantadas tarde o temprano se descubren. Ya tuvimos una presidenta que pretendía hacernos creer que sabía algo de economía (tomó como palabra santa lo que le dijo Marcó Del Pont alguna tarde otoñal, mientras degustaban unos chocolatitos de Rapanui). El riesgo es que en este caso “tarde” puede resultar en un quebranto: el “principio de revelación” al que tanto aduce el susodicho finalmente pujará por volverse contra su propalador (“todo lo creado se vuelve en contra de su creador” diría Jean Paul, el del ojo inquisitivo).

Don “máximo exponente de la libertad a nivel mundial” agita hasta el paroxismo su ego, con el peligro que conlleva la caída de nuestro adolescente Juan Salvador Gaviota vernáculo. Entre plagios y frases efectistas tenemos un presidente viajero, contradiciendo su austeridad inicial, que disfruta de haber comenzado a usar el avión presidencial para sus viajes de estrella de rock. Hasta los Rollings se sacaron una foto con el presidente de turno, pero nuestro cantante-disertante-diletante parece creer que es demasiado grande para rebajarse a tener algún encuentro, aunque fuera simplemente protocolar, con presidentes o autoridades de alto rango en los países que visita en sus giras privadas, prefiriendo esas extrañas "misas ricoteras" con espectadores dispuestos a aplaudirlo a rabiar (¡con la tusha, contribushente!).

Si llegaron al final de esta sarta de sinsentidos y palabras rebuscadas les envidio y agradezco su paciencia. Se habrán percatado que mucho gregre para decir Gregorio sigue siendo al pedo, como siempre. 

Bastaba con la frase que solía decir mi viejita… 

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